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Todo lo relativo a la llegada a Madagascar.
Las primeras impresiones o las cosas curiosas y que me llaman la atención.

La vie a Toliara

La vida en Toliara empieza al salir el sol.

A las 5 de la mañana, invariablemente, un coro de perros se dedican a aullar y ladrar como si no hubiera un mañana y despiertan a todos los pájaros de la zona que replican sin descanso.

Si a ésto añadimos que a ésta hora el sol ya casca de lo lindo y ya estás empapado de sudor en la cama, pues no te queda otra que levantarte.

La Matin

Como acción humanitaria matutina me pongo mis mallitas, mis zapas de correr con mis calcetines fosfis y me echo a correr hacia el mar para que toda la población se ría a gusto del Vasaha (guiri) que resopla y suda a mares corriendo sin razón aparente.

Parece ser que ver a un tío blanco y feo corriendo es un espectáculo de lo más divertido para los pescadores.

Le petit Déjeuner

Después de de mi sucedáneo de ducha habitual (por las mañanas no hay presión de agua), me pongo mis chanclas surferas, mis pantaloncitos cortos y mi camisa molona y me voy a la oficina en  bici como un señor.

Es el momento de tomarse el café con boko boko.

En la calle hay numerosas Gargottes, extensiones de las casas donde se vende prácticamente cualquier cosa.

bokoboko

Típica cafetería de la zona centro.

Entre ellas, café, hecho a las brasas y con gran cantidad de agua para que no te excites demasiado.

El procedimiento es muy simple. Un pequeño tenderete de madera o de cañas en su defecto con un par de sillas de plástico y un banco de tablas de madera y un perol con café donde la señora de la Gargotte mete una única taza para toda la clientela (previo remojo en una palangana de agua, no penséis que aquí no se cuida la salud pública).

Los boko bokos son una de las pocas armas de destrucción masiva que posee la población malgache ante un inminente ataque de estreñimiento, buñuelos fritos en aceite de palma que unidos al café te ponen las pilas hasta la hora de comer.

El café cuesta 100 Aryarys y cada boko boko otros 100, o sea que con 6 céntimos de euro ya estás desayunado y listo para el trabajo.

Le repás

A las 12 de la mañana se hace un descanso para ir a comer que dura hasta las 14:30 porque aqui la siesta es una cosa que se lleva a rajatabla y no voy a ser yo quien critique las tradiciones.

gatos

Restaurante de zona financiera, señora conjuntada y gatos comiendose las sobras de la mesa que acaba de irse.

A lo mejor para los talibanes del arroz de la terreta, paella es paella i lo de açí son arrossos pero como yo soy un foodie y me encanta probar cosas nuevas, lo disfruto a saco.

La cocina malgache es una mezcla bizarra de Africa y Asia, arroces, pastas, poisson, poulet y zebú que es como una vaca pero con chepa y más mala leche.

Como ya llevo 20 días en la Isla Roja pues me atrevo casi con todo y los zumos de piña, melocotón, granada o coco para acompañar la comida me saben a gloria.

Entre que pides la comida, tardan 40 minutos en decirte que lo que has pedido se ha acabado, vuelves a pedir, te traen el plato 40 minutos mas tarde, comes y te vas, pasas las 2 horas y media de tu descanso tan a gustito, protegido del sol y por sólo 3000 aryarys (un euro y poco).

La Soir:

Para mí, la tarde es el momento más excitante del día, ¿Habrá luz en casa?¿Habrá presión suficiente para darme una ducha?¿Encontraré un sitio abierto para comprar la cena?, en fin misteriosas preguntas que me tienen en vilo de camino a casa y que me ayudan a escapar de la rutina diaria de un diseñador en Madagascar.

No os voy a engañar, ¡me lo estoy pasando bomba! 😀

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Le Voyage

Después de un más que previsible viaje desde Valencia a París y un aburridísimo viaje de París hasta Antananarivo comienza realmente la aventura de 18 horas en taxi brousse desde la capital de Madagascar hasta Toliara, la última frontera o el Far West como dicen de forma pomposa las guías de viaje.

El trayecto durante el día es bastante divertido. La velocidad media es de 60 km/h porque la carretera esta en muy mal estado y llena de carros, bicis y gente caminando durante las primeras 6 horas de camino pero me gusta este ritmo porque me permite ver lo verde que es esta zona. Grandes bosques de pinaceas, montañas muy pobladas y enormes extensiones de campos de arroz durante muchísimos kilómetros.

Al llegar la noche la cosa cambia. Con la llegada de la oscuridad la gente ya no camina por la carretera y apenas nos cruzamos con otros taxi brousses.

Busco un hueco en el suelo para dormir y a los cuarenta minutos ya me siento capacitado para que me convaliden 1º de contorsionismo y me quedo roque hasta que un par de horas más tarde me despierto con la pierna izquierda dormida.

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Estación de Taxi Brousses de Toliara. Vehiculos con glamour

Finalmente llegamos a Toliara que es, efectivamente, una suerte de ciudad destartalada y caótica, una especie de Marrakech a lo bestia, polvorienta y llena de gente que va en todas direcciones.

Lo primero que sorprende son los pousse-pousse, carros tirados por conductores en chanclas que marchan al trote llevando a sus pasajeros.

No me hago una idea clara de la extensión de la ciudad, en algunos sitios he leído 100.000 habitantes y en otros más de dos millones pero hay una gran parte de la población que ni siquiera tiene partida de nacimiento y meterse en los barrios donde las calles apenas miden metro y medio de ancho no te ayuda a hacerte una idea clara del tamaño de la ciudad.

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Boulevard Gallieni, el Paseo de la Castellana de Toliara, en plena hora punta.

 

Aprendo mis primeras cuatro palabrillas en Malgache y destrozo la lengua francesa durante el resto del día mientras me explican un poco como funcionan las cosas aquí pero estoy tan cansado que no me entero de nada.

Al final del día por fín encuentro una cama provisional con un ventilador y una mosquitera, me echo antimosquitos como si me fuera la vida en ello, extiendo la mosquitera y me duermo haciendo caso omiso a los 42 grados de Toliara.

Ya estoy aquí.